viernes, 18 de mayo de 2012

Diálogo imposible (I)


¿Qué es poesía?— preguntó el político al poeta.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? —respondió el poeta— Podría hablarte de las flores, de los campos en primavera, del oleaje salvaje de los mares del norte, de cielos llenos de estrella, de puestas de sol, del amor incondicional, de las miradas esquivas de los amores primeros, de la ternura y la sinceridad que reflejan los ojos de los niños, ... Podría hablarte de cosas que tu vista no vería, que tu oído no escucharía, que tus manos no palparían, que tu  olfato no olería y que tu  boca no degustaría; podría evocar tantas y tantas cosas que son poesía... Sin embargo, y con todos mis respetos, aunque empeñara el resto de mis días y agotara todas las palabras de todos los idiomas que se hablan en el planeta, y aunque tú y yo viviésemos eternamente, ni tu cabeza comprendería qué es poesía ni tu corazón podría sentirla. 

jueves, 17 de mayo de 2012

Hay gente que cree


Hay gente que cree que puede ir preguntando cosas personales como si tal cosa, como si te estuviera preguntando qué tiempo daban para mañana en el telediario. Ejemplo: eres una mujer con una vida aparentemente estable y tienes una niña de tres años y la pregunta es: ¿bueno, y para cuándo un hermanito? (en sus innumerables versiones). Es curioso porque la única persona en el mundo a la que yo le he hecho esta pregunta es mi hermana, con quien considero que tengo un vínculo afectivo y de confianza lo suficientemente estrecho. Y es también curioso porque ni en mi familia ni en la de mi pareja me han hecho esa u otra pregunta similar, ni siquiera cuando nuestra hija de tres años no estaba aún en proyecto. Y es que esta pregunta, que a la mayoría de las mortales (porque suelen ser mujeres quienes la formulan) parece resultarles tan normal, a mí me parece sumamente personal. El motivo por el que una mujer, independientemente de su situación económica, de su situación de pareja, de su orientación sexual, etc. no tenga hijos en absoluto o no tenga más de los que ya tiene es doble: o no quiere o no puede. Y no sé yo por qué realidades tan íntimas y personales como estas, y a menudo muy dolorosas, deben de ser a los ojos de muchas personas como un tema público y que no permite evasivas. 

Ayer nuevamente dos personas me hicieron esta pregunta. Una de ellas, una mera conocida de las tardes de parque, alguien con quien he intercambiado poco más que un hola, qué tal, qué grande está ya tu niña. Afortunadamente esta chica supo interpretar a la primera mi gesto incómodo y no insistió. Metió un poco la pata pero al menos entendió enseguida que era algo de lo que yo no quería hablar. Pero —oh, sorpresa— esa misma tarde, mi vecina, en presencia de su marido, su hijo mayor y la ¿nuera? no tuvo mejor ocurrencia que preguntarme lo mismo. La diferencia estaba en que no quiso entender que yo me sentía mal ante la pregunta y que no deseaba responderla. Su “nuera” lo entendió de inmediato y quiso salir en mi auxilio diciendo que le parecía que era un tema del que no me apetecía hablar. Pero mi vecina, con la que nunca había tenido un contratiempo, y a quien le tengo cierto aprecio, prefirió insistir y se encontró con una loba herida. Mi respuesta fue la siguiente: «Si la gente supiera el dolor que causa y cómo mete la pata con algunas preguntas, no las haría.» Es exactamente la misma respuesta que le di a otra persona pocos días atrás que tampoco quiso entender mi silencio.
Cierto es que la respuesta es brusca, pero es que estoy hasta las narices de que la gente me haga preguntas que no son de su incumbencia. Preguntas que la tradicional sociedad española con su ferviente machismo y su nociva defensa del papel familiar de la mujer han hecho que parezcan normales los asuntos íntimos y personales. Porque resulta que mi querida vecina, tan defensora de la familia tradicional, estaba ayer tarde acompañada de su hijo el mayor, su hijo que es un hombre encantador y cultísimo, pero que casualmente es homosexual y por algún motivo a sus cuarenta y pocos años aún no ha salido del armario y se ha buscado una “novia” para guardar las apariencias. A lo mejor, si esta madre no se dedicara a hacer preguntas indiscretas, su hijo se sentiría libre para expresar y compartir su verdadero sentir ante quienes probablemente sean sus personas más queridas, su familia. 

Y así nos va. Como hay gente que cree que lo normal es no entender que en la vida hay tantas opciones como personas, la sociedad no avanza. Eso sí: todos con móvil ¡y de última generación!

miércoles, 16 de mayo de 2012