miércoles, 21 de marzo de 2012

Vida, vida, vida...

Hay momentos en la vida en que una se da cuenta de verdad de que está viva y de lo afortunada que es de tantas cosas buenas como tiene a su alrededor. Esos momentos suelen llegar tras golpes especialmente dolorosos, a menudo relacionados con el fin de una relación, con un problema grave de salud o el fallecimiento de un ser querido. 
Es importante pasar el duelo ya que sin este proceso curativo difícilmente podremos llegar a la aceptación de la situación que nos ha causado el dolor y menos aún comprender y sentir que la vida es solo una para cada persona. No soy yo de las que creen en la reencarnación, ni en el cielo ni en paraísos en el más allá. Creo que se gana el cielo quien en vida consiguió amar y ser amado, porque solo así será recordado y permanecerá vivo y querido en el recuerdo.
Cuando digo: ¡gracias a la vida! no lo hago desde el cliché ni desde la resignación. Lo hago desde un profundo sentimiento que un día me produjo vértigo. Somos tan sumamente diminutos en relación con el Universo, que si lo pensáramos de vez en cuando, seríamos más humildes, más generosos y --por qué no-- más felices. 
Gracias a la vida por rodearme de personas maravillosas y por mantenerlas en buen estado de salud física, mental y emocional. Permíteme, vida, pedirte un favor: ¡¡que dure, que dure!!