jueves, 21 de junio de 2012

Paraíso azul



Hoy he ido a la piscina con mi hija por primera vez. Para ella es su primer baño en una piscina pública, y eso me ha traído a la memoria hermosas sensaciones y recuerdos de infancia.

En el colegio habíamos cambiado los calurosos y oscuros uniformes de invierno por la ligera ropa de verano, y las clases tenían lugar solo por la mañana. Esto solo podía significar una cosa: pronto llegaría el primer baño en la piscina. Y así era, un día nuestra madre nos recogía del colegio portando una gran bolsa de lona estampada y nos decía:

—Niñas, nos vamos a la piscina.
—¡¡Bieen!!—, gritábamos al unísono.  

Tras veinte minutos en autobús llegábamos sudorosas a los vestuarios de aquellas instalaciones deportivas desde donde ya se apreciaba el olor de las piscinas. Allí nos saludaba Encarna,  dándonos dos sonoros besos —¡Ay, pero qué guapísimas están estas niñas!—, quien, con su perfume de rosas, año tras año se encargaba del buen estado y organización de los vestuarios de señoras.
Apresuradamente nos quitábamos la ropa y nos poníamos el traje de baño y las chanclas. Al lado de mamá subíamos las escaleras que llevaban a la gran piscina familiar y a medida que alcanzábamos los últimos peldaños se abría ante nosotras, un año más, el paraíso azul: un intenso olor a cloro, los gritos de los niños jugando y de las madres, siempre atentas a los movimientos de sus críos, el olor a resina de los pinos, la sensación del césped bajo los pies desnudos… Yo solía mirar al agua desde el bordillo durante algunos segundos, impregnándome de aquel olor. Y, de repente, ¡zas!, una zambullida de cabeza, soltando pequeñas burbujas de aire, mientras recorría algunos metros por el fondo de la piscina. Esa sensación del cuerpo atravesando el agua, que siempre en el primer baño me resultaba muy densa, ya no volvía a repetirse hasta el año siguiente.

Cada uno de los baños en la piscina era diferente, y con la edad fue incorporando juegos, volteretas, nuevas formas de zambullirse, competiciones entre las amigas, los primeros coqueteos juveniles… Pero ninguno de ellos era comparable al primer baño de la temporada.

Ahora disfruto viendo a mi hija reir y chapotear con sus pequeñas manitas e intuyo que para ella el primer baño de cada verano también será un momento mágico.

1 comentario:

  1. Aquel primer baño en la piscina de mi IB con mi hijo también me cambió la vida; mis apacibles vivencias se convirtieron en un revulsivo que termino como "activista" de la conciencia política, jaja. Una docena de falangistas pretendieron bañarse gratis con una carta de presentación del Alcalde y les hice pagar la entrada. Después, el Consejo Local del Movimiento me sometió a juicio con el alcalde a la cabeza y ya me cambio el placer del chapoteo del agua que hacían las manitas de aquel niño que era mio.... Estrenábamos piscina, jaja

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