martes, 12 de julio de 2011

La nostalgia de los mapas

Hace algunos años, cuando vivía en Brighton, una compañera de trabajo se me acercó con una guía turística de Sevilla. Esta australiana había decidido conocer mejor  Europa y entre las ciudades elegidas estaba la mía de nacimiento.
Me pidió consejo sobre qué lugares visitar y mientras hojeaba la guía para ayudarla, descubrí que contenía unos mapas de la ciudad. Tuve curiosidad por saber si mi barrio, mi calle, estarían incluidos en ella, y ¡sí!

En todo el año que llevaba viviendo en Brighton no había vuelto a casa y cuando vi ese pequeño y sencillo mapa, sentí una extraña emoción. De repente me recordé a mí misma apoyada en la barandilla del balcón de casa, con la panadería de Paquita enfrente y su  continuo entrar y salir de señoras con sus bolsas y sus carros de la compra, con el trasiego de niñas de uniforme de los colegios cercanos, los niños atolondrados del único colegio masculino del barrio, el buzón amarillo en la esquina, los perros de mi vecina Rita (Rufo, Curra, Arturo…); recordé la plaza de San Lorenzo con sus dos iglesias, sus bancos de piedra con respaldo de forja, sus dos palmeras, el quiosco de prensa, una tranquila plaza flanqueada por el bar, la floristería, la farmacia, el zapatero… y en la que habíamos presenciado multitud de bodas.  Volví al mapa: Calle de Miguel Cid, donde vivía la que en mi primera infancia fue mi mejor amiga, María. La Calle de San Vicente, donde estaba la guardería a la que iba mi hermana cuando era pequeña. La Alameda de Hércules, recuerdos de juventud: el mercadillo de los domingos con sus baratijas y, después, el aperitivo en cualquier bar de la zona. La Calle Torneo, paseos, puestas de sol y vistas a la desaparecida Expo’92…

En apenas unos segundos recorrí mi ciudad mentalmente, me tomé un helado de chocolate con naranja en Rayas, unos montaditos en el Dos de Mayo,  un vino de naranja en el Barrio de Santa Cruz, visité Maspapeles y me impregné del aroma del azahar y el jazmín (es la suerte de viajar con la mente).

Le devolví la guía y le dije: “It´s a lovely city, indeed” .

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