jueves, 7 de julio de 2011

Seda roja

Estoy feliz porque mi tía Carmen me ha regalado una de sus obras de arte: un pañuelo de seda pintado por ella misma con unas preciosas calas de agua sobre fondo rojo. Ha sido una auténtica sorpresa para mí, algo que yo deseaba muchísimo pero que por respeto a su trabajo nunca he querido pedirle.
Hay personas que enmarcan sus sedas y desde luego no merecen menos. Pero yo llevo unos meses sintiendo la llamada del color rojo, lo busco por todos lados y cuando lo encuentro recibo una sensación muy reconfortante, como si me dijera: «tranquila, estoy aquí». Así que no voy a enmarcar su pañuelo: lo voy a usar directamente en contacto con mi piel para sentir la seda, el rojo, el cariño y el talento de mi querida tía, el verde de la espontaneidad y el blanco de los sueños por cumplir.
Otro día os hablaré de mi tía, una persona cuya risa es contagiosa, que tiene un corazón de oro macizo y que vive la vida con una intensidad y una sinceridad admirables.

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